HIJO AMADO

Mi vida entregada a ti por completo,
jamás me arrepentiría de todo aquello que dejé
porque eres tú lo verdaderamente importante
que jamás hubiera imaginado tener

Te vi en aquella imagen algo borrosa la primera vez,
con lagrimas en los ojos de al fin poderte ver
te mostrabas tan suelto desde ese momento,
sin pensar que serias un ser maravillosos al nacer

Te sentía en mi vientre cada vez que sonreía o lloraba,
dándome fuerzas para afrontar cada batalla,
respondías mis preguntas con un golpecito interno
y así nos comunicábamos en silencio a cada momento.

Mi cuerpo cambió enormemente conforme crecías,
dando aliento para aguantar los otros cambios que venían,
empuñando tus bracitos y piernecitas a cada momento,
como diciéndome ‘madre tus penas y alegrías, yo las siento’.

Así me enseñaste a esperarte con alegría y mucho amor,
siendo ese amor, lo que aplacó el dolor de traerte al mundo,
ese dolor que tenía que pasar para tenerte en mis brazos,
esos brazos que te abrazaron con lágrimas
por tanto tiempo de espera y a este mundo haber llegado.

Te cogí entre mis brazos llorando de emoción,
al verte frágil e indefenso en este nuevo mundo par ti,
agradeciendo enormemente a Dios por esta bendición,
de enviarme un hijo por el cual luchar y vivir.